EL TIEMPO EN PEÑARROYA-PUEBLONUEVO

domingo, 28 de febrero de 2010

EL PRINCIPITO: capítulo 1

Cuando tenía seis años, vi una vez un extraordinario dibujo en un libro que trataba sobre elBosque Virgen, llamado "Historias Vividas". La lámina expresaba nada menos que unaserpiente boa tragándose a una fiera. Aquí tenemos la copia del dibujo.
Decía el texto: "Las serpientes boas capturan a sus presas y las tragan enteras, sin
masticarlas. Esto, no les permite moverse y duermen durante los seis largos meses en quetranscurre la digestión." Es entonces que pensé mucho sobre las aventuras de la selva y unbuen día, tomé un lápiz de color y logré mi dibujo número 1. Era así:
Decidí mostrar mi primer obra maestra a la gente grande, y pregunté si mi dibujo les asustaba.
-"Por qué nos asustaría un sombrero?"-, me respondían.
Pero mi dibujo, no representaba en verdad a un sombrero. Expresaba una serpiente boa quehabía tragado a un elefante.
Decidí entonces dibujar el interior de la serpiente boa a fin de que los adultos comprendieran, ya que siempre necesitan explicaciones. Así quedó logrado mi dibujo número 2:
Me aconsejaron las personas grandes, que abandonara estos dibujos de serpientes boas cerradas o abiertas y me dedicara un poco más a la geografía, la historia, el cálculo y la gramática.
De este modo abandoné a la edad de seis años lo que pudo haber sido una brillante carrera de pintor. Me encontraba decepcionado a raíz del fracaso de mis dos primeros dibujos. Insisto en que las personas grandes no comprenden nada por sí mismas y es cansado para nosotros, los niños, darles siempre y siempre explicaciones.
Consideré que debía elegir otra ocupación y aprendí a pilotear aviones, volando así por innúmeros lugares del mundo. Reconozco que la geografía me sirvió de mucho. Al instante podía distinguir China de Arizona; ésto es muy útil si uno llega a perderse durante la noche.
Debo decir, que así fue como a lo largo de mi vida, tomé contacto con muchísima gente seria.
He vivido mucho con personas grandes, viéndolas muy de cerca. Aún así, no mejoré en demasía mi opinión acerca de los adultos.
Cuando encontraba alguna persona grande que me parecía algo lúcida, realizaba la prueba de mi dibujo número 1 que siempre he conservado y conservo aún. Me interesaba saber si verdaderamente comprendería mi dibujo. Sin embargo, siempre me respondían: "Es un sombrero". Desde ya que no les hablaba entonces de serpientes boas, ni de bosques vírgenes, ni de estrellas. Me ponía a su alcance, hablándoles de bridge, de golf, de política y de corbatas.
Así es como se quedaban conformes por haber conocido a un hombre tan razonable.

EL PRINCIPITO


Vamos a empezar con la lectura de un libro que a mi me gusto mucho y que espero que os guste también a los que paséis por mi blog. Se titula “El principito” y lo escribió Antoine de Saint-Exúpery, que era un escritor francés del pasado siglo XX.

Cada semana pondré un capitulo y espero que me hagáis llegar vuestros comentarios. ¡¡FELIZ LECTURA!!

miércoles, 10 de febrero de 2010

LA BIBLIOTECA MAS BELLA on PhotoPeach

OPORTO Y LA LIBRERIA MAS BELLA DE EUROPA

La librería más bella de Europa, para muchos la más bella del mundo, se ubica en la segunda ciudad más importante de Portugal: Oporto. Los transeúntes que pasean por el corazón de la ciudad, en la Rua das Carmelitas, suelen encontrar un motivo importante para hacer una pausa en su camino: el espectacular edificio que sirve de sede a esta librería. Se llama Librería de Lello e Irmao, como sus antiguos libreros, y su encanto conquista a libro adictos de todo el planeta. ¿Habéis conocido alguna vez alguna librería en el que la gente haga fotos sin parar? Es lo que sucede aquí. Para entenderlo basta con visitarla.
Lello e Irmao es un lugar con mucha historia pero lo más sorprendente de todo es que, a excepción de los libros, las instalaciones se conservan exactamente igual que cuando fueron inauguradas allá por el 1869. Una espectacular fachada de estilo neogótico nos da la bienvenida y nos invita a prepararnos para iniciar un viaje en el tiempo. En el interior los sentidos se agudizan. Es imposible no estremecerse de emoción al contemplar por primera vez ese santuario de libros que parece que tienen vida propia. ¿Por dónde empezar ante tal cantidad de maravillas literarias? Antes siquiera de comenzar a recorrerla llamará tu atención la estrella arquitectónica del lugar. En medio de la librería una enorme escalera de madera labrada sorprende al visitante. Su forma de caracol y su original bifurcación confieren a la librería un toque elegante y clásico. Casi parece que en unos momentos vaya a aparecer subiendo esas escaleras algunos de los más importantes novelistas portugueses que visitaron Lello e Irmao en su mayor tiempo de esplendor.

viernes, 5 de febrero de 2010

A ver si os gusta este cuento que he encontrado en la red. El que quiera puede añadir un comentario.

El gato que no sabía que era un gato

Hace muchos, muchísimos años, cuando existían animales que sabían hablar, ocurrió que nació un gato cerca de la granja de Pepe. En aquella granja había muchos animales que Pepe, el granjero, cuidaba con la ayuda de su mujer, Teresa.
El pobre gatito tuvo la mala suerte de quedar tapado por una hoja que había caído de un árbol y, cuando su madre recogió a sus hermanos para llevarlos a un lugar más tranquilo y seguro, a él no lo vio; como los gatos nacen ciegos, él tampoco pudo ver a su madre y hermanos. Así, el gatito quedó solo en el mundo y pasó mucha hambre hasta que Pepe lo encontró al lado del camino que conducía a su casa, y se lo llevó con él para cuidarlo.
Cuando el gato por fin pudo empezar a andar por la casa, lo primero que escuchó fue a Teresa que llamaba: "¡Pepe, Pepe! ¡Ven aquí un momento!". Y el pobre gato fue corriendo porque pensó que Pepe era él. Y siempre que alguien llamaba a Pepe, allá iba él corriendo, pensando que lo llamaban.
Como no había conocido a nadie más que a Pepe, Teresa, el cartero y algunos hombres que trabajaban en la granja, el gatito pensó que él también era una persona. Pero pronto empezó a tener problemas en la casa: como creía que era un hombre, quería comer a la mesa con los granjeros y claro, ellos no lo dejaban. Tampoco le permitían dormir en una cama, y cada vez que intentaba ponerse un calcetín de Pepe, el granjero o Teresa le reñían. El gatito no entendía por qué.
Hasta que un día se vio reflejado en un espejo. Él ya sabía lo que era un espejo porque había visto a Pepe y Teresa usarlo para mirarse cuando se peinaban, para ver si iban bien arreglados... pero nunca se había visto a sí mismo reflejado en uno. Cuando por fin se vio, comprendió que no era una persona. Pero, ¿qué sería? Se miró y remiró largamente en el espejo: tenía cuatro patas y no pies y manos como la gente, un rabo muy largo y el cuerpo cubierto de pelo. . . No, decididamente nunca había visto a nadie como él.
Así fue como el gatito decidió ir a dar un paseo por la granja para ver si se encontraba por allí con alguien que se le pareciera.
Nada más salir de la casa, lo primero que vio fue a un cuervo, negro como la noche, que venía volando y se posaba en la rama de un árbol. Le pareció estupendo aquello que había hecho en el aire y desde el suelo le preguntó:
- ¡Eh tu!, ¿Quién eres?- Yo soy Jacinto, el cuervo. Soy un pájaro. ¿Y tu?- ¿Yo? Yo soy Pepe y soy un cuervo también.
Naturalmente, a Jacinto le entró un ataque de risa. Había visto muchos pájaros en su vida y algunos muy raros, pero ninguno que se pareciera tanto a un gato.
- ¿Estás seguro de que eres un cuervo?
- ¡Claro! - contestó Pepe que en realidad no estaba nada seguro.
- Pues ven aquí y volaremos juntos un rato.
Pepe, el gatito, salió corriendo y subió al árbol, porque los gatos si saben subir por los troncos de los árboles. Pero cuando intentó volar por encima del tejado de la granja, haciendo lo que Jacinto le había explicado, ¡PLOFF!, se cayó con las cuatro patas en el suelo. Jacinto, en la rama del árbol se moría de risa y a Pepe le dio tanta rabia que se marchó de allí muy enojado, con el rabo muy tieso.
Evidentemente, tampoco era un cuervo, ni ningún otro pájaro, porque no tenía alas, que era con lo que volaban según le había dicho Jacinto. Así que siguió andando, intentando encontrar a alguien que se le pareciera. Al poco tiempo, al pie de otro árbol, había un animalito con algo en la boca. Pepe se acercó muy contento. Tenía cuatro patas y una cola muy larga.
- ¡Hola!, ¿Quién eres? - preguntó Pepe.
- Hola. Soy Fina, la ardilla, ¿y tú?
- Yo soy Pepe... y también soy una ardilla.
- ¿Estás seguro de ser una ardilla?
- ¡Pues claro!
- Entonces, ayúdame a llevar esta comida hasta mi casa. Es el agujero del tronco de ese árbol. Luego, si quieres, te invito a merendar conmigo.
Pepe y la ardilla cogieron las nueces y castañas con la boca y las llevaron hasta la casa de la ardilla. Cuando llegaron arriba, Fina dijo que ya podían empezar a merendar y se puso a comer castañas. Pepe quiso hacer lo mismo pero, claro, los gatos no comen castañas y mucho menos nueces, y se lastimó los dientes y no le gustó nada aquella comida.
- ¡Puaj! ¡Qué asco!
- ¿Cómo que qué asco? ¡Es comida!
- ¡Pues a mi no me gusta nada esta comida!
- Porque yo no me creo que tu seas una ardilla. Desde luego, eres muy raro. Y si no te gusta mi comida, ya te puedes marchar de mi casa y dejarme comer tranquila - respondió Fina muy enfadada.
Pepe bajó del árbol. No sabía muy bien qué hacer. No era una persona y no podía vivir como la gente, no era un pájaro y no podía vivir en un nido, no era una ardilla y no podía vivir en el tronco de un árbol...
Un poco más adelante, Pepe se encontró con otro animal que hacía unos ruidos muy extraños y metía la boca en el suelo, como buscando algo. Pepe se acercó a él y le preguntó:
- ¿Quién eres tú?
- Soy Tucho, el cerdo, ¿y tú?
- Yo soy Pepe, y soy un cerdo también.
- ¿Tú un cerdo? ¡Eres un cerdo bien raro! ¿Quieres venir conmigo a ensuciarte en el barro?
- ¡Vamos! - dijo Pepe que no tenía ni idea de lo que era lo que quería hacer el cerdo.
Pero los gatos, aunque no les gusta demasiado el agua, son muy limpios, y lo que menos les gusta es ensuciarse de barro. Así que al llegar a la charca particular de Tucho, Pepe metió la puntita de una pata en el lodo y le dio muchísimo asco. Cuando Tucho lo salpicó con las patas y el hocico, de la repugnancia que le dio se le pusieron de punta los pelos del lomo y el rabo tieso.
- ¡Vamos, Pepe! ¡No seas un cerdo tan limpio! ¡Ven a bañarte!
- No, Tucho, lo siento. No sería capaz de meterme en el barro contigo. Perdona, creo que no soy un cerdo tan cochino como tú.
- A mí ya me parecía que tú no eras un cerdo. Adiós, Pepe. Y si cambias de idea y decides ponerte bien sucio, ya sabes donde hay una buena charca.
- Sí, Tucho. Muchas gracias. Adiós.
Pepe continuó buscando por la granja. Un poco más adelante se encontró con un animal muy grande, muy negro y muy fuerte. A Pepe le pareció precioso y se acercó a él.
- ¡Hola! ¿Quién eres?
- Soy Pedro, el toro. ¿Quién eres tú?
- Yo soy Pepe y soy un toro también.
- ¿Tú, un toro? - preguntó Pedro echándose a reír.
Pepe ya estaba harto de no saber quién era y de andar de acá para allá y de que todo el mundo se riera de él. Así que le dijo a Pedro que estaba completamente seguro de que era un toro. El toro Pedro, muy serio, le dijo: "¿Ah, sí?, Pues ¡intenta hacer esto!", y salió corriendo a toda velocidad por el prado dándole con los cuernos un golpe terrible a un árbol, que quedó moviéndose de un lado a otro. Pepe ni lo pensó. Salió también corriendo y golpeó al árbol... ¡y se dio un topetazo tremendo en la cabeza! El toro Pedro se partía de risa. Entonces le explicó que aquello que tenía en la cabeza, además de un chichón que se acababa de hacer, eran dos orejas, no dos cuernos. Además los toros comen hierba y seguro que a él no le gustaba. Era cierto, sólo la comía cuando tenía la lengua llena de pelos, después de lavarse, o cuando le dolía la tripa, pero comer hierba no le gustaba. Así que tampoco era un toro... Pepe se despidió de Pedro muy triste, porque le habría encantado ser un toro grande, fuerte y negro como él, y se marchó de allí.
Pepe ya no sabía que hacer. Empezaba a pensar que era un bicho raro y que nunca encontraría a nadie que se le pareciera. Pero cuando ya pensaba que tendría que acostumbrarse a la idea de vivir solo, oyó que alguien decía cerca de él:
- Miau, miau. . .
- ¿Quién eres?
- Soy la gata Calixta. ¿Tú, cómo te llamas?
- Yo, yo... yo soy Pepe, el gato.
Y Calixta no se echó a reír, ni lo miró como a un bicho raro como habían hecho los demás animales. Entonces, Pepe miró bien a la gata. Tenía cuatro patas, el cuerpo cubierto de pelo, los ojos almendrados, una cola larga y hablaba exactamente igual que él. Todo igual que él. Entonces sí, entonces él era un gato.
Calixta y Pepe decidieron quedarse a vivir juntos en la granja y tener muchos gatitos. Y cuando los gatitos crecieron y salían de paseo por la granja y los otros animales les preguntaban quiénes eran, ellos contestaban lo que su papá les había enseñado:
"Somos Tino, Catalina, Claudio y Camila y somos gatos".
Mª Isabel Horro González

miércoles, 3 de febrero de 2010

EL PEZ ARCOIRIS

Primera tarea: oigamos este cuento

Primera tarea: oigamos este cuento

Bienvenid@s

"Leer es vivir dos veces". Un libro te regala una historia, una poesía, un pensamiento, una idea, una aventura... y te coloca en otra vida que ya no es la tuya. Un ordenador te deja tirado, pero un libro, no. Un libro no se desenchufa, no es caro, lo llevas contigo.