EL TIEMPO EN PEÑARROYA-PUEBLONUEVO

sábado, 18 de diciembre de 2010

CÁPITULO 11



El segundo planeta se encontraba habitado por un vanidoso:
-Bien! Bien! Tenemos aquí la presencia de un admirador!-expresó fuertemente y desde lejos el
vanidoso, al ver que el principito se acercaba.
Es así, para los vanidosos, los otros hombres son meros admiradores.
-Buen día-saludó el principito- Pero qué raro es tu sombrero!
-Sirve para saludar-respondió el vanidoso- Es para saludar cuando me aclaman. Aunque...
lamentablemente, nunca pasa nadie por aquí.
-Ah, si?-exclamó el principito sin comprender.
-Golpea tus manos una contra la otra-solicitó el vanidoso.
Así lo hizo el principito. Modestamente saludó el vanidoso al tiempo que levantaba su
sombrero.
-Esto me divierte más que la visita al rey-se dijo el principito para sí, volviendo a golpear sus
manos una contra otra. Inmediatamente, el vanidoso volvió a saludar levantando su sombrero.
A los cinco minutos, el principito se veía cansado por la monotonía del juego:
-Qué se hace para que el sombrero caiga?-interrogó.
El vanidoso no lo oyó, ya que los vanidosos sólo escuchan las alabanzas.
-Me admiras mucho, claro?-preguntó al principito.
-Explícame lo que significa admirar.
-Admirar significa asumir que soy el hombre más bello, rico, inteligente y mejor vestido del
planeta.
-Acaso no eres la única persona en este planeta?
-Admírame lo mismo! Hazme el favor!
-Bien, te admiro-complaciendo al vanidoso mientras se encogía de hombros pero... qué
beneficio obtienes en que yo te admire?
El principito se fue.
Decididamente, las personas grandes son muy extrañas, se dijo para sí el principito mientras
emprendía su nuevo viaje.

domingo, 14 de noviembre de 2010

CAPÍTULO 10




La región exacta en la que se encontraba era en la de los asteroides 325, 326, 327, 328, 329 y 330. Decidió visitarlos a fin de instruírse y encontrar una ocupación.
El primero lo habitaba un rey, vestido de púrpura. Se sentaba en un tronco sencillo pero majestuoso.
-Ah! He aquí un súbdito-dijo el rey al ver llegar al principito.
Mi amigo pensó para sí: "Cómo puede reconocerme si nunca me ha visto antes? Acaso todos los hombres son sus súbditos?"
-Ven más cerca, que quiero mirarte mejor-dijo el rey orgulloso de poder ser por fin el rey de alguien.
El principito buscaba un lugar para sentarse, pero el planeta estaba completamente cubierto por el manto de armiño que llevaba encima el rey. No tuvo opción más que la de permanecer en pie, y como se veía muy cansado, bostezó.
-Es contrario al protocolo bostezar en presencia de un rey, de modo que te lo prohíbo-replicó el rey.
-Cómo puedo impedirlo? Vengo de un largo viaje y no he dormido-respondió el principito.
-Pues entonces-dijo el rey- te ordeno que bosteces. Desde hace largo tiempo, no he visto a nadie bostezar. Los bostezos despiertan en mí cierta curiosidad. Vamos!, hazlo otra vez. Es una orden!.
-Eso me intimida... ahora no puedo-exclamó el principito mientras iba enrojeciendo.
-Hum! Hum!-expresó el rey- Entonces te... te ordeno bostezar o no bos...
De pronto pareció irritado.
El único deseo del rey, era el de ser respetado. No toleraba entonces que se le desobedeciera en lo más mínimo. Pero... dentro de todo, daba órdenes razonables.
"Si ordeno-decía- a un general que se convierta en ave marina y éste no obedece, no sería culpa del general, sino exclusivamente mía".
-Podría sentarme-suplicó tímidamente el principito.
-Ordeno que lo hagas-respondió el rey al tiempo que recogía parte del faldón de su manto de armiño.
El principito se preguntaba: "Sobre quiénes podía reinar el rey, siendo tan pequeño su planeta?"
-Sire...-le dijo- os pido perdón por preguntaos...
-Ordeno que me preguntes-contestó el rey apresurado.
-Sire... Sobre qué reináis?
-Sobre todo-respondió el rey.
-Sobre todo?
Expresándose con gestos, el rey señaló su planeta, los otros y también las estrellas.
-Sobre todo eso?-preguntó el principito asombrado.
-Así es, sobre todo eso...-respondió el rey.
El principito se hallaba nada menos que frente a un monarca universal.
-Y las estrellas os obedecen?
-Claro que sí-dijo el rey- Acatan mis órdenes al instante. Detesto la indisciplina.
El principito estaba realmente maravillado. Si él hubiera detentado tal poder, habría podido ser testigo no sólo de cuarenta y cuatro, sino a setenta y dos, o cien, o aún doscientas puestas de sol en un mismo día, sin siquiera necesitar desplazarse con su silla! Comenzaba a experimentar cierta melancolía al recordar a su pequeño planeta que había quedado abandonado y se animó a pedir una gracia al rey:
-Necesito ver una puesta de sol... Hazme el gusto... Ordena al sol que se ponga...
-Si ordeno a un general que vuele de flor en flor cual si fuera mariposa, que escriba una tragedia o que de pronto mutara en ave marina y no lo hiciera, quién estaría en falta, él o yo?
-Vos-contestó el principito con tono seguro.
-Correcto. Se debe pedir a cada cual, lo que está a su alcance realizar. La autoridad posee un primer sustento que es la razón-dijo el rey- De tal forma que si ordenas a tu pueblo arrojarse al mar, seguramente éste se inclinará hacia una revolución. Me creo con el derecho de exigir obediencia ya que mis órdenes están dentro de lo razonable.
-Y qué hay de mi puesta de sol?-recordó el principito, quien nunca renunciaba a una pregunta, una vez que la había formulado.
-La tendrás. Así lo exigiré, pero tendré que esperar a que las condiciones sean las favorables y adecuadas.
-Y cuándo sucederá eso?-quiso averiguar el principito.
-Hem! Hem!-vociferó el rey mientras consultaba un grueso calendario-, hem! hem!, será a las... a las... será esta misma noche, exactamente a las siete y cuarenta! Ya veras cómo soy obedecido!
El principito bostezó al tiempo que lamentaba la pérdida de su puesta de sol, y como ya se aburría dijo:
-Ya nada tengo que hacer aquí. Me marcho.
-No te vayas todavía-sugirió el rey, quien estaba muy satisfecho de tener un súbdito- Si te quedas, te hago ministro.
-Ministro de qué?
-De... de justicia!
-Pero a quién podré juzgar?
-Eso aún no lo se-contestó el rey- Debo visitar a mi reino, pero estoy viejo, no tengo suficiente lugar para una carroza y me fatiga caminar.
-Yo ya he mirado, por allí tampoco hay habitantes-comentó el principito asomándose a fin de poder observar mejor el otro lado del planeta.
-Podrás juzgarte a ti mismo-replicó el rey- Eso es bien difícil, mucho más que juzgarse a los demás. Te diré más: si logras juzgarte bien a ti mismo, estarás frente a un verdadero sabio.
-Pero no necesito vivir en este sitio para poder juzgarme a mí mismo-dijo el principito-, eso puedo hacerlo en cualquier parte.
-Hem! Hem!-dijo el rey- Oigo por la noche una vieja rata que anda por algún lugar de este planeta. Podrías juzgarla y aún condenarla a muerte de tiempo en tiempo, de modo tal que su vida dependa de tu justicia. Deberá indultarla cada vez, a fin de conservarla ya que no hay más que una.
-A mí no me gusta condenar a muerte, y ahora sí, creo que me marcho-contestó el principito.
-No-dijo el rey.
El principito, aún habiendo terminado sus preparativos para la partida, hizo lo posible para no afligir al viejo monarca:
-Si Vuestra Majestad desea que obedezca puntualmente, podría darme una orden razonable.
Por ejemplo, que parta antes de un minuto. Apuesto a que las condiciones son favorables...
Al ver que el rey no esbozó palabra alguna, pareció pensarlo y luego... suspirando comenzó a alejarse.
-Te nombro embajador-gritó apresuradamente el rey, con un tono altamente autoritario.
Mientras se marchaba, se dijo a sí mismo el principito: "Las personas grandes son bien extrañas".

domingo, 31 de octubre de 2010

CAPITULO 9

Sospecho que su partida, la realizó a través de una migración de pájaros silvestres. Antes de marcharse, ordenó detalladamente su planeta. Deshollinó los volcanes en actividad con sumo cuidado, eran dos y el principito los utilizaba diariamente para calentar su desayuno. Había un tercer volcán, pero en estado de extinción. Sin embargo, como decía mi amigo: "nunca se
sabe...!" y deshollinó igualmente el volcán extinguido. Si se deshollinan regularmente los volcanes, pueden evitarse las erupciones. Para la grandeza de nuestra tierra, somos demasiado minúsculos para deshollinar volcanes, es por eso que nos causan tantos disgustos.
Arrancó tristemente los últimos brotes de baobabs que se hacían visibles. Tenía la sensación de no volver jamás. Esa mañana en particular, estos trabajos de rutina le eran sumamente agradables. Regó la flor por última vez, la resguardó con el globo de las fuertes corrientes de viento, y descubrió deseo de llorar.
-Adiós-dijo a la flor.
La flor no respondió.
-Adiós-insistió el principito.
La flor tosió, pero no precisamente por padecer un resfrío.
-He sido tonta-murmuró al fin- Te pido disculpas e intenta ser feliz.
Estaba estupefacto por la ausencia de reproches. Algo paralizado, permanecía de pie junto a la
flor con el globo en su mano. Intentaba comprender esa calma mansedumbre.
-Claro que te quiero!-le dijo la flor- Por mi culpa, no te has enterado de nada. Creo también
que has sido tonto como yo. Guarda ese globo, ya no lo quiero.
-Pero el viento...
-No estoy tan resfriada... Soy una flor y estoy segura que el fresco aire de la noche me hará
bien.
-Y los animales...?
-Es necesario soportar dos o tres orugas si realmente deseo conocer a las mariposas. Debe ser
hermoso! De lo contrario, quién vendrá a visitarme? Tú ya estarás lejos. En cuanto a los
animales, tengo mis garras para defenderme, no les temo.
Lució inocentemente sus cuatro espinas. Luego dijo:
-No demores tu partida, es molesto. Si has decidido irte, pues... vete ya.
No quería que la viese llorar. Ciertamente era una flor muy orgullosa...

martes, 19 de octubre de 2010

CAPITULO 8



De a poco fui conociendo mejor a esa flor. El planeta del pincipito tenía flores simples, con una sóla hilera de pétalos, no molestaban a nadie ya que apenas ocupaban lugar. Se las hallaba de pronto una mañana entre la hierba y luego por la noche, se extinguían. Pero... aquélla, de la que hablaba el principito, germinó un día de una semillita traída quién sabe de dónde y a quien el principito había vigilado muy de cerca. Podía tal vez ser un nuevo tipo de baobab. Pero al poco tiempo dejó de crecer y comenzó a transformarse en una bella flor. El principito que asistió a todos los cambios que iban produciéndose, al ver el capullo enorme, creyó que de ello iba a surgir alguna aparición milagrosa. Y, al abrigo de su cámara verde parecía no terminar nunca de preparar su embellecimiento. Elegía con sumo cuidado sus colores. Lentamente se vestía ajustando uno a uno sus pétalos. No quería nacer llena de arrugas como las amapolas.
Quería aparecer con el pleno resplandor de su hermosura. Era por cierto muy coqueta. Por fin
una mañana, decidió mostrarse junto con la salida del sol.
En medio de un gran bostezo, la flor que había trabajado con tanta perfección, dijo;
-Ah!, perdóname... Recién me despierto... Todavía estoy despeinada.
El principito en un estado de máxima admiración exclamó:
-Eres hermosa!
-Es cierto. He nacido al tiempo que nació el sol.
El principito notó que era muy poco modesta, pero... era tan conmovedora!
-Si no me equivoco, creo que es hora de desayunar-dijo la flor- Serías tan amable de acordarte
de mí?
Algo confuso, el principito tomó una regadera llena de agua fresca y sirvió a la flor.
Se mostraba ciertamente vanidosa. Un día por ejemplo, dijo al principito refiriéndose a sus
cuatro espinas:
-Ya pueden venir los tigres con sus garras!
-Despreocúpate, en mi planeta no hay tigres, pero además, los tigres no comen hierbaargumentó
el principito.
-Yo no soy una hierba-agregó con seductora suavidad la flor.
-Oh... perdóname.
-No temo a los tigres, pero... las corrientes de aire me horrorizan. Tendrías un biombo para
protegerme?
"Horror a las corrientes de aire... No es una suerte para una plante-pensó para sí el principito-
Esta flor es bien complicada..."
-Aquí hace mucho frío, de modo que durante la noche, me meterás bajo un globo. Veo que hay
pocas comodidades. Allá, de donde vengo...
Había llegado bajo la forma de semilla, de modo que no podía conocer absolutamente nada de
otros mundos. Se sentía avergonzada por haberse dejado sorprender por una mentira tan
inocente, tosió dos o tres veces como para poner en falta al principito.
-Pero... dónde está el biombo?
-Iba por él, pero... como me estabas hablando!
La flor nuevamente forzó la tos como para afligirle aún más.
Es así como el principito comenzó a dudar de ella y se sentía muy desgraciado.
"No debí escucharla-me confesó un día-; es mejor no escuchar a las flores. Tan sólo
contemplarlas y aspirar su perfume. La mía endulzaba con su aroma todo mi planeta, y aún
así, yo no podía gozar de ello. Quizá la historia de las garras, que tanto me fastidiaba, debe
haberme conmovido...
Me confió luego:
"No supe entonces comprender. Cometí el error de haberla enjuiciado por sus palabras y no por
sus actos. Iluminaba y perfumaba todo mi planeta. Jamás debí haberla abandonado! Debí
haber intuído su ternura detrás de sus ingenuas astucias. Las flores son tan contradictorias! Y
yo... demasiado jóven para saber amarla.

¡¡¡¡¡ SIGAMOS LEYENDO!!!!!

Vamos a seguir con la lectura del libro “El principito” que lo deje aparcado en el mes de mayo. Si no os habeis entrado hasta ahora, leer los capitulos antiguos antes de leer el de esta semana y si los habiais leido, volved a leerlos para que os pongais al día. Cada semana pondré un capitulo y espero que me hagáis llegar vuestros comentarios. ¡¡FELIZ LECTURA!!

martes, 4 de mayo de 2010

EL PRINCIPITO: CAPÍTULO 7

Durante el quinto día y siempre gracias al cordero, me fue revelado otro secreto de la vida de mi amigo. Me preguntó bruscamente y con cierta ansiedad:
-Si un cordero come arbustos, es que come también flores?
-Claro! Y es más, un cordero come todo lo que encuentra en a paso.
-Come flores con espinas?
-Sí. También las que tienen espinas.
-Pero entonces, de qué sirven las espinas a la flor?
En verdad, ya no tenía respuesta para ello. Estaba además muy ocupado intentando destornillar un bulón de mi motor, que se hallaba muy ajustado. Me encontraba por cierto bastante preocupado por el estado de mi avión y el agua para beber que iba agotándose minuto a minuto; ello me hacía temer lo peor.
-Para qué sirven entonces las espinas?
El principito no olvidaba jamás las preguntas que formulaba. Yo, preocupado por mi bulón respondí cualquier cosa:
-Las espinas no sirven para nada, son pura maldad de las flores.
-Oh!
Luego de un silencio y con cierto dejo de rencor, agregó:
-No lo creo! Las flores son ingenuas y débiles. No tienen maldad y se defienden como pueden.
Se creen terribles con sus espinas.
Nada respondí. Me decía para mí: "Si este bulón aún resiste, lo haré saltar de un martillazo".
Interrumpiendo nuevamente mis reflexiones, el principito dijo:
-Y tú, tú crees que las flores...?
-Pero no! Yo no creo nada! Te respondí cualquier cosa. Yo me ocupo de cosas serias!
Asombradísimo me observaba el principito.
-Cosas serias, eh! Hablas como las personas grandes!
Avergonzándome aún más agregó:
-Todo lo confundes! Mezclas todo!
Nunca lo había visto tan irritado. Sus dorados cabellos se sacudían con el viento.
-Sé de un planeta en donde habita un Señor carmesí. Nunca ha sentido el perfume de una flor, nunca ha mirado una estrella. Tampoco ha querido a nadie. Sólo una cosa ha hecho en su vida; sumas y restas. Repite todo el día, como tú, hasta el cansancio: "Soy un hombre serio! Soy un hombre serio!" Hinchándose de orgullo. Sabes lo que creo? Que no es un hombre, es un hongo!
-Un qué?
-Un hongo!
El principito empalidecía de cólera.
-Millones de años hace que las flores fabrican espinas, y otro tanto que los corderos se comen de todas formas las flores. Acaso no es serio intentar entender por qué las flores insisten en fabricar sus espinas que no sirven nunca para nada? No crees que tenga importancia la guerra entre los corderos y las flores? No tiene ésto más importancia que las sumas y restas de un Señor gordo y rojo? Y no es también importante que la flor que yo conozco sea única en el mundo, que sólo exista en mi planeta y que un corderito pueda hacerla desaparecer de golpe, en un instante una mañana y sin darse cuenta de lo que hace? Esto, no es acaso importante?
Ya enrojecido agregó:
-Si se ama a una flor de la que no existe más que un ejemplar entre millones de estrellas, es motivo suficiente para que al mirar las estrellas sea feliz. Se dice para sí: "Mi flor está allí, en alguna parte..." Pero si el corderito comiera la flor, para él es como si de pronto y al mismo tiempo, todas las estrellas se apagaran. Y ésto, no es importante?
Bruscamente rompió en sollozos y nada más pudo decir. Ya era noche. Abandoné mis herramientas, de las que ya no importaban ni el martillo, ni el bulón, ni la sed, ni la muerte. En la Tierra, en mi planeta, en una estrella, había un principito que necesitaba ayuda. Lo tomé entre mis brazos y lo acuné. Le dije: "La flor que tú amas no corre ningún peligro... sabes por qué? Dibujaré ya mismo un bozal para tu corderito. También dibujaré una armadura para tu flor... Di..." Ya no sabía que decir. Mis palabras resonaban torpes, estaba perdido... no sabía cómo llegar a él... Es soberanamente misterioso el mundo de las lágrimas...!

EL PRINCIPITO: CAPITULO 6

De a poco fui comprendiendo tu pequeña vida melancólica. Tu mayor distracción era la suavidad de las puestas de sol. De ello me enteré en la mañana del cuarto día cuando me dijiste:
-Me gustan las puestas de sol. Vamos a ver una?
-Bueno, pero debemos esperar...
-Esperar qué?
-Tenemos que esperar a que el sol se ponga.
Pareciste sorprendido. Luego riéndote de ti mismo me dijiste:
-Creo siempre estar en casa!
Se sabe que cuando es mediodía en los Estados Unidos, el sol se pone en Francia. Sólo bastaría llegar a Francia en un minuto para ver la puesta del sol. Pero desafortunadamente, esto no es posible; Francia está suficientemente lejos. Claro que, a diferencia de ésto, en tu pequeño planeta bastaba sólo con mover tu silla algunos pasos, contemplando así el crepúsculo cuantas veces quisieras.
-Un día, asistí a cuarenta y tres puestas de sol.
Poco después agregaste:
-Sabes?... Cuando se está verdaderamente triste, son agradables las puestas de sol...
-Aquél día entonces, el de las cuarenta y tres veces, estabas verdaderamente triste?
El principito no respondió.

martes, 13 de abril de 2010

EL PRINCIPITO: CAPÍTULO 5


Cada nuevo día, me aportaba algún otro dato acerca del planeta, la partida, el viaje. Durante el tercer día me enteré del drama de los baobabs.
Fue gracias al cordero, pues el principito me preguntó inquieto, como invadido por una gran duda:
-Es cierto que los corderos comen arbustos?
-Sí, claro. Comen arbustos.
-Ah! Qué alegría me da saberlo!
No me era posible comprender por qué era ello tan importante para el hombrecito. Pero el principito agregó:
-De modo que comen también baobabs, verdad?
Recordé al principito que los baobabs no son simples arbustos, sino grandes árboles y que aún llevando consigo una tropilla de elefantes, no acabarían con un sólo baobab.
La imágen de tropa de elefantes, hizo mucha gracia al principito:
-Habría que ponerlos unos sobre otros...
Luego observó sabiamente:
-Los baobabs, antes de crecer, comienzan siendo pequeños.
-Claro que sí! Lo que no entiendo es por qué sugieres que tus corderos coman a los pequeños baobabs?
-Bueno! Vamos!-contestó el principito como si allí estuviese la prueba. Tuve que realizar un gran esfuerzo inteligente para acercarme por mis propios medios al problema.
Como en todo sitio, también en el planeta del principito, existían hierbas buenas y de las malas que resultaban naturalmente de semillas buenas y de malas semillas. Ocurre que las semillas son invisibles y duermen en el secreto de la tierra hasta el instante en que a una de ellas se le ocurre despertarse. Lentamente comienza a estirarse creciendo tímidamente hacia el sol. Si se trata de una planta mala, se la debe arrancar inmediatamente, en cuanto se la reconoce como tal. Precisamente en el planeta del principito, había semillas terribles. Eran las de los famosos baobabs. Podría decirse que el suelo estaba infestado. Si un baobab no es arrancado a tiempo, ya no es posible luego. Invade y perfora con sus raíces todo el planeta, pudiendo así producirse un estallido.
"Es cuestión de disciplina", decía el principito. "Cuando por la mañana uno termina de
arreglarse, debe proceder cuidadosamente a la limpieza y orden del planeta. Hay que arrancar con regularidad a los baobabs apenas son distinguidos entre los rosales, a los que se parecen mucho cuando son muy jóvenes. El trabajo es fácil, pero muy aburrido".
Me aconsejó un día, que intentara lograr un espléndido dibujo, para que entrara bien en las cabezas de los niños de mi tierra. "Si algún día viajan-decía- podrá serle de mucha utilidad. En algunas cosas, no es un inconveniente importante dejar el trabajo para otro momento. Pero si se trata de los baobabs, siempre es una catástrofe. Conocí en una oportunidad un perezoso habitante de un planeta que descuidó tres arbustos..."
Dibujé aquél planeta según las indicaciones del principito.
Me desagrada ser moralista; pero verdaderamente el peligro de los baobabs es poco conocido y los riesgos por quien pudiera llegar a extraviarse en algún asteroide son tan importantes, que, en una excepción que me permito, salgo de mi reserva y os digo: "Niños, cuidado con los baobabs!"
Trabajé largo rato sobre el dibujo, a fin de prevenir a mis amigos de semejante peligro. Quizá os preguntéis: "Por qué no hay en este libro, otros dibujos tan grandiosos como el de los baobabs?" La respuesta es que intenté hacerlos pero sin éxito. En cambio con los baobabs, lo que me impulsó fue sencillamente la urgencia.

sábado, 3 de abril de 2010

EL PRINCIPITO: CAPITULO 4


Supe algo más acerca de él. El planeta de donde provenía era apenas más grande que una casa!
Tenía conocimiento, que fuera de los grandes planetas conocidos como la Tierra, Júpiter, Marte, Venus, hay centenares de planetas, muchas veces tan pequeñitos, que apenas pueden ser vistos a través de un telescopio.
Cuando un astrónomo descubre alguno, lo identifica con un número. Por ejemplo: "asteroide 3251".
Suficientes razones tengo como para creer que el planeta de donde provenía mi amigo es el asteroide B 612. Sólo una vez ha sido visto con el telescopio, en el año 1909, por un astrónomo de origen turco.
El científico realizó la demostración de su descubrimiento en un Congreso Internacional de Astronomía. Su explicación no fue creíble a causa de su vestido. Así son las personas grandes.
Sin embargo, más tarde, un dictador turco obligó al pueblo bajo ley de pena de muerte, vestirse al estilo europeo. Esto ofreció nueva oportunidad al astrónomo quien en 1920 mostró por segunda vez su descubrimiento, pero en esta oportunidad, con un traje sumamente elegante. Esta vez, todo el mundo compartió su opinión.
Referí detalles del asteroide B 612 tan sólo por las personas grandes. Ellos aman los números.
Cuando les comunicáis acerca de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial: "Cómo es el timbre de su voz? Cuáles son los juegos que prefiere? Colecciona mariposas?" En cambio preguntan: "Qué edad tiene? Cuántos hermanos? Cuánto pesa? Cuánto gana su padre?". Sólo así creen conocerle.
Si contás a los adultos: "He visto una magnífica casa construida con ladrillos rojos, geranios en las ventanas y palomas en el techo...", no podrán imaginarse la casa. En cambio si dices: "He visto una casa de cien mil francos", exclaman: "Qué hermosa es!"
Si dices: "La prueba que confirma que el principito existió es que era encantador, que reía y que quería un cordero. Querer un cordero es prueba de su existencia", se encogerán de hombros y os tratarán como se trata a un niño. En cambio si les dices: "El planeta de donde provenía es el asteroide B 612", quedarán convencidos y no formularán más preguntas sobre esta cuestión. Son así, no hay que reprocharles. Los niñitos deben ser muy indulgentes con las personas grandes.
Los que comprendemos la vida, nos burlamos de los números. Más me hubiera gustado dar comienzo a esta historia como si se tratara de un cuento de hadas. En tal caso hubiera dicho:
"Había una vez un principito que vivía en un planeta apenas más grande que él y que tenía la necesidad de un amigo..." Para aquéllos que comprenden la vida les habría parecido mucho más real.
Detesto que se lea mi libro a la ligera. Me entristece relatar estos recuerdos!. Transcurrieron ya seis años que mi hombrecito se marchó con su cordero. Intento describirlo aquí sencillamente para no olvidarlo. Es triste olvidar a un amigo. No todos han tenido esta oportunidad. Podría transformarme en persona grande e interesarme sólo por las cifras. Es por ello que me he comprado una caja de lápices de colores. A mi edad, es penoso retomar el dibujo, cuando sólo se hicieron algunos esbozos de boas cerradas y abiertas a la edad de seis años. Intentaré hacer la reproducción de los dibujos, lo más parecidos posible. Dudo tener éxito pues un retrato va, y el otro no se parece más. Cometo errores en la talla. Es aquí el principito demasiado alto; allá algo pequeño. Se me desdibuja por instantes el color de su vestido. Voy ensayando de una forma u otra a fin de lograr el retrato más próximo a él. Habrán de perdonar misimperfecciones. Mi amigo jamás daba explicaciones. Tal vez me creía parecido a él; aunque yo lamentablemente, no poseo la cualidad de ver corderos a través de una caja. Me pareceré quizá a las personas grandes. Indudablemente, debo haber envejecido.

domingo, 21 de marzo de 2010

EL PRINCIPITO: CAPÍTULO 3

No fue tarea fácil comprender de dónde venía. El principito me acosaba a preguntas y no parecía preocuparse demasiado por las mías. Muy lentamente y a través de algunas palabras emitidas al azar, es como pude poco a poco enterarme de todo. Al ver por primera vez mi avión (al que no dibujaré por ser algo complicado para mí), me preguntó:
-Qué es esta cosa?
-No se trata de una cosa. Vuela. Se llama avión. Es mi avión.
Sentí orgullo al hacerle saber que volaba. Entonces exclamó:
-Entonces has caído del cielo?
-Sí-dije humildemente.
-Ah! Qué divertido!...
El principito soltó tal carcajada que me sentí muy irritado. No me gusta que se tomen a risa mis desgracias.
Inmediatamente agregó:
-Entonces, tú también vienes del cielo! De qué planeta eres?
El misterio de su presencia quedó transformado en una luz y pregunté atropelladamente:
-Tú vienes de otro planeta?
Pero no me respondió. Movía la cabeza muy suavemente de un lado al otro mientras miraba mi avión:
-En esto..., no puedes haber venido de muy lejos.
Pareció haberse hundido en un ensueño que duró un largo rato. Luego, sacó el cordero del bolsillo contemplándolo ensimismado.
Imaginen ustedes, cómo pudo haberme intrigado esta semiconfidencia acerca de los "otros planetas". Quise saber aún más:
-De dónde vienes, exactamente? Y dónde queda tu casa? A dónde llevarás mi cordero?- pregunté al hombrecito.
Luego de meditar silenciosamente, respondió:
-Me agrada la caja que me has regalado ya que en la noche le servirá de casa.
-Ya lo creo. Si eres amable también te daré una cuerda a fin de atarlo durante el día. Y una estaca.
Esto, no pareció conformar al principito:
-Atarlo? Vaya idea rara!
-Piensa que si no lo atas, tomará cualquier rumbo y se perderá.
Mi amigo fue objeto de una nueva carcajada:
-Dime dónde crees que iría?
-A cualquier lugar. Derecho, siempre adelante...
El principito entonces exclamó severamente:
-Eso no interesa! Mi casa es tan pequeña!
Quizá con cierta tristeza agregó:
-Derecho, siempre adelante de uno, no se puede ir muy lejos...

miércoles, 10 de marzo de 2010

EL PRINCIPITO: CAPÍTULO 2

ASI VIVI, SOLO, sin nadie con quien hablar verdaderamente, hasta qué, hace seis años, tuve una avería en el desierto del Sahara.
Algo se había roto en mi motor. Y como no tenía conmigo ni mecánico ni pasajeros, me dispuse a realizar, solo, una reparación difícil. Era, para mí, cuestión de vida o muerte. Tenía agua de beber apenas para ocho días.
La primera noche dormí sobre la arena a mil millas de toda tierra habitada. Estaba más aislado que un náufrago sobre una balsa en medio del océano.
Imaginan, entonces, mi sorpresa cuando, al romper el día, me despertó una extraña vocecita que decía:
–Por favor...; ¡dibújame un cordero!
–¡Eh!
–Dibújame un cordero...
Me puse de pie de un salto, como golpeado por un rayo. Me froté los ojos. Miré bien. Y ví un hombrecito extraordinario que me examinaba gravemente. Este es el mejor retrato que, más tarde, logré hacer de él. Pero, seguramente, mi dibujo es mucho menos encantador que el modelo. No es mi culpa. Las personas mayores me desalentaron de mi carrera de pintor cuando tenía seis años y sólo había aprendido a dibujar boas cerradas y boas abiertas.
Miré, pues, la aparición con los ojos redondos por el asombro. No olviden que me encontraba a mil millas de toda región habitada, Además, el hombrecito no me parecía ni extraviado, ni muerto de fatiga, ni muerto de hambre, ni muerto de sed, ni muerto de miedo. No tenía en absoluto la apariencia de un niño perdido en medio del desierto, a mil millas de todo lugar habitado.
Cuando al fin logré hablar, le dije:
–Pero... ¿qué haces aquí?
Repitió entonces, muy suavemente, como si fuese una cosa muy seria:
–Por favor... dibújame un cordero...
Cuando el misterio es demasiado impresionante, no es posible desobedecer. Por absurdo que me pareciese, a mil millas de todo lugar habitado y en peligro de muerte, saqué del bolsillo una hoja de papel y una lapicera. Recordó entonces que había estudiado principalmente geografía, historia, cálculo y gramática, y dije al hombrecito (con un poco de mal humor) que no sabía dibujar. Me contestó:
–No importa. Dibújame un cordero.
Como jamás había dibujado un cordero, rehice uno de los dos únicos dibujos que era capaz de hacer. El de la boa cerrada. Quedó estupefacto cuando oí al hombrecito que me respondía:
–¡No! ¡No! No quiero un elefante dentro de una boa. Una boa es muy peligrosa y un elefante muy embarazoso. En mi casa todo es pequeño. Necesito un cordero. Dibújame un cordero. Entonces dibujé.
El hombrecito miró atentamente.
Luego dijo:
–¡No! Este cordero está muy enfermo. Haz otro.
Yo dibujaba. Mi amigo sonrió amablemente, con indulgencia:
–¿Ves?... No es un cordero; es un carnero. Tiene cuernos...
Rehice, pues, otra vez mi dibujo.
Pero lo rechazó como a los anteriores:
–Este es demasiado viejo. Quiero un cordero que viva mucho tiempo.
Entonces, impaciente, como tenía prisa por comenzar a desmontar mi motor, garabateé este dibujo:
Y le largué:
–Esta es la caja. El cordero que quieres está adentro. Quedé verdaderamente sorprendido al ver iluminarse el rostro de mi joven juez:
–¡Es exactamente como lo quería! ¿Crees que necesitará mucha hierba este cordero?
–¿Por qué?
–Porque en mi casa todo es pequeño...
–Alcanzará seguramente. Te he regalado un cordero bien pequeño.
Inclinó la cabeza hacia el dibujo:
–No tan pequeño... ¡Mira! Se ha dormido...
Y fue así cómo conocí al principito.

domingo, 28 de febrero de 2010

EL PRINCIPITO: capítulo 1

Cuando tenía seis años, vi una vez un extraordinario dibujo en un libro que trataba sobre elBosque Virgen, llamado "Historias Vividas". La lámina expresaba nada menos que unaserpiente boa tragándose a una fiera. Aquí tenemos la copia del dibujo.
Decía el texto: "Las serpientes boas capturan a sus presas y las tragan enteras, sin
masticarlas. Esto, no les permite moverse y duermen durante los seis largos meses en quetranscurre la digestión." Es entonces que pensé mucho sobre las aventuras de la selva y unbuen día, tomé un lápiz de color y logré mi dibujo número 1. Era así:
Decidí mostrar mi primer obra maestra a la gente grande, y pregunté si mi dibujo les asustaba.
-"Por qué nos asustaría un sombrero?"-, me respondían.
Pero mi dibujo, no representaba en verdad a un sombrero. Expresaba una serpiente boa quehabía tragado a un elefante.
Decidí entonces dibujar el interior de la serpiente boa a fin de que los adultos comprendieran, ya que siempre necesitan explicaciones. Así quedó logrado mi dibujo número 2:
Me aconsejaron las personas grandes, que abandonara estos dibujos de serpientes boas cerradas o abiertas y me dedicara un poco más a la geografía, la historia, el cálculo y la gramática.
De este modo abandoné a la edad de seis años lo que pudo haber sido una brillante carrera de pintor. Me encontraba decepcionado a raíz del fracaso de mis dos primeros dibujos. Insisto en que las personas grandes no comprenden nada por sí mismas y es cansado para nosotros, los niños, darles siempre y siempre explicaciones.
Consideré que debía elegir otra ocupación y aprendí a pilotear aviones, volando así por innúmeros lugares del mundo. Reconozco que la geografía me sirvió de mucho. Al instante podía distinguir China de Arizona; ésto es muy útil si uno llega a perderse durante la noche.
Debo decir, que así fue como a lo largo de mi vida, tomé contacto con muchísima gente seria.
He vivido mucho con personas grandes, viéndolas muy de cerca. Aún así, no mejoré en demasía mi opinión acerca de los adultos.
Cuando encontraba alguna persona grande que me parecía algo lúcida, realizaba la prueba de mi dibujo número 1 que siempre he conservado y conservo aún. Me interesaba saber si verdaderamente comprendería mi dibujo. Sin embargo, siempre me respondían: "Es un sombrero". Desde ya que no les hablaba entonces de serpientes boas, ni de bosques vírgenes, ni de estrellas. Me ponía a su alcance, hablándoles de bridge, de golf, de política y de corbatas.
Así es como se quedaban conformes por haber conocido a un hombre tan razonable.

EL PRINCIPITO


Vamos a empezar con la lectura de un libro que a mi me gusto mucho y que espero que os guste también a los que paséis por mi blog. Se titula “El principito” y lo escribió Antoine de Saint-Exúpery, que era un escritor francés del pasado siglo XX.

Cada semana pondré un capitulo y espero que me hagáis llegar vuestros comentarios. ¡¡FELIZ LECTURA!!

miércoles, 10 de febrero de 2010

LA BIBLIOTECA MAS BELLA on PhotoPeach

OPORTO Y LA LIBRERIA MAS BELLA DE EUROPA

La librería más bella de Europa, para muchos la más bella del mundo, se ubica en la segunda ciudad más importante de Portugal: Oporto. Los transeúntes que pasean por el corazón de la ciudad, en la Rua das Carmelitas, suelen encontrar un motivo importante para hacer una pausa en su camino: el espectacular edificio que sirve de sede a esta librería. Se llama Librería de Lello e Irmao, como sus antiguos libreros, y su encanto conquista a libro adictos de todo el planeta. ¿Habéis conocido alguna vez alguna librería en el que la gente haga fotos sin parar? Es lo que sucede aquí. Para entenderlo basta con visitarla.
Lello e Irmao es un lugar con mucha historia pero lo más sorprendente de todo es que, a excepción de los libros, las instalaciones se conservan exactamente igual que cuando fueron inauguradas allá por el 1869. Una espectacular fachada de estilo neogótico nos da la bienvenida y nos invita a prepararnos para iniciar un viaje en el tiempo. En el interior los sentidos se agudizan. Es imposible no estremecerse de emoción al contemplar por primera vez ese santuario de libros que parece que tienen vida propia. ¿Por dónde empezar ante tal cantidad de maravillas literarias? Antes siquiera de comenzar a recorrerla llamará tu atención la estrella arquitectónica del lugar. En medio de la librería una enorme escalera de madera labrada sorprende al visitante. Su forma de caracol y su original bifurcación confieren a la librería un toque elegante y clásico. Casi parece que en unos momentos vaya a aparecer subiendo esas escaleras algunos de los más importantes novelistas portugueses que visitaron Lello e Irmao en su mayor tiempo de esplendor.

viernes, 5 de febrero de 2010

A ver si os gusta este cuento que he encontrado en la red. El que quiera puede añadir un comentario.

El gato que no sabía que era un gato

Hace muchos, muchísimos años, cuando existían animales que sabían hablar, ocurrió que nació un gato cerca de la granja de Pepe. En aquella granja había muchos animales que Pepe, el granjero, cuidaba con la ayuda de su mujer, Teresa.
El pobre gatito tuvo la mala suerte de quedar tapado por una hoja que había caído de un árbol y, cuando su madre recogió a sus hermanos para llevarlos a un lugar más tranquilo y seguro, a él no lo vio; como los gatos nacen ciegos, él tampoco pudo ver a su madre y hermanos. Así, el gatito quedó solo en el mundo y pasó mucha hambre hasta que Pepe lo encontró al lado del camino que conducía a su casa, y se lo llevó con él para cuidarlo.
Cuando el gato por fin pudo empezar a andar por la casa, lo primero que escuchó fue a Teresa que llamaba: "¡Pepe, Pepe! ¡Ven aquí un momento!". Y el pobre gato fue corriendo porque pensó que Pepe era él. Y siempre que alguien llamaba a Pepe, allá iba él corriendo, pensando que lo llamaban.
Como no había conocido a nadie más que a Pepe, Teresa, el cartero y algunos hombres que trabajaban en la granja, el gatito pensó que él también era una persona. Pero pronto empezó a tener problemas en la casa: como creía que era un hombre, quería comer a la mesa con los granjeros y claro, ellos no lo dejaban. Tampoco le permitían dormir en una cama, y cada vez que intentaba ponerse un calcetín de Pepe, el granjero o Teresa le reñían. El gatito no entendía por qué.
Hasta que un día se vio reflejado en un espejo. Él ya sabía lo que era un espejo porque había visto a Pepe y Teresa usarlo para mirarse cuando se peinaban, para ver si iban bien arreglados... pero nunca se había visto a sí mismo reflejado en uno. Cuando por fin se vio, comprendió que no era una persona. Pero, ¿qué sería? Se miró y remiró largamente en el espejo: tenía cuatro patas y no pies y manos como la gente, un rabo muy largo y el cuerpo cubierto de pelo. . . No, decididamente nunca había visto a nadie como él.
Así fue como el gatito decidió ir a dar un paseo por la granja para ver si se encontraba por allí con alguien que se le pareciera.
Nada más salir de la casa, lo primero que vio fue a un cuervo, negro como la noche, que venía volando y se posaba en la rama de un árbol. Le pareció estupendo aquello que había hecho en el aire y desde el suelo le preguntó:
- ¡Eh tu!, ¿Quién eres?- Yo soy Jacinto, el cuervo. Soy un pájaro. ¿Y tu?- ¿Yo? Yo soy Pepe y soy un cuervo también.
Naturalmente, a Jacinto le entró un ataque de risa. Había visto muchos pájaros en su vida y algunos muy raros, pero ninguno que se pareciera tanto a un gato.
- ¿Estás seguro de que eres un cuervo?
- ¡Claro! - contestó Pepe que en realidad no estaba nada seguro.
- Pues ven aquí y volaremos juntos un rato.
Pepe, el gatito, salió corriendo y subió al árbol, porque los gatos si saben subir por los troncos de los árboles. Pero cuando intentó volar por encima del tejado de la granja, haciendo lo que Jacinto le había explicado, ¡PLOFF!, se cayó con las cuatro patas en el suelo. Jacinto, en la rama del árbol se moría de risa y a Pepe le dio tanta rabia que se marchó de allí muy enojado, con el rabo muy tieso.
Evidentemente, tampoco era un cuervo, ni ningún otro pájaro, porque no tenía alas, que era con lo que volaban según le había dicho Jacinto. Así que siguió andando, intentando encontrar a alguien que se le pareciera. Al poco tiempo, al pie de otro árbol, había un animalito con algo en la boca. Pepe se acercó muy contento. Tenía cuatro patas y una cola muy larga.
- ¡Hola!, ¿Quién eres? - preguntó Pepe.
- Hola. Soy Fina, la ardilla, ¿y tú?
- Yo soy Pepe... y también soy una ardilla.
- ¿Estás seguro de ser una ardilla?
- ¡Pues claro!
- Entonces, ayúdame a llevar esta comida hasta mi casa. Es el agujero del tronco de ese árbol. Luego, si quieres, te invito a merendar conmigo.
Pepe y la ardilla cogieron las nueces y castañas con la boca y las llevaron hasta la casa de la ardilla. Cuando llegaron arriba, Fina dijo que ya podían empezar a merendar y se puso a comer castañas. Pepe quiso hacer lo mismo pero, claro, los gatos no comen castañas y mucho menos nueces, y se lastimó los dientes y no le gustó nada aquella comida.
- ¡Puaj! ¡Qué asco!
- ¿Cómo que qué asco? ¡Es comida!
- ¡Pues a mi no me gusta nada esta comida!
- Porque yo no me creo que tu seas una ardilla. Desde luego, eres muy raro. Y si no te gusta mi comida, ya te puedes marchar de mi casa y dejarme comer tranquila - respondió Fina muy enfadada.
Pepe bajó del árbol. No sabía muy bien qué hacer. No era una persona y no podía vivir como la gente, no era un pájaro y no podía vivir en un nido, no era una ardilla y no podía vivir en el tronco de un árbol...
Un poco más adelante, Pepe se encontró con otro animal que hacía unos ruidos muy extraños y metía la boca en el suelo, como buscando algo. Pepe se acercó a él y le preguntó:
- ¿Quién eres tú?
- Soy Tucho, el cerdo, ¿y tú?
- Yo soy Pepe, y soy un cerdo también.
- ¿Tú un cerdo? ¡Eres un cerdo bien raro! ¿Quieres venir conmigo a ensuciarte en el barro?
- ¡Vamos! - dijo Pepe que no tenía ni idea de lo que era lo que quería hacer el cerdo.
Pero los gatos, aunque no les gusta demasiado el agua, son muy limpios, y lo que menos les gusta es ensuciarse de barro. Así que al llegar a la charca particular de Tucho, Pepe metió la puntita de una pata en el lodo y le dio muchísimo asco. Cuando Tucho lo salpicó con las patas y el hocico, de la repugnancia que le dio se le pusieron de punta los pelos del lomo y el rabo tieso.
- ¡Vamos, Pepe! ¡No seas un cerdo tan limpio! ¡Ven a bañarte!
- No, Tucho, lo siento. No sería capaz de meterme en el barro contigo. Perdona, creo que no soy un cerdo tan cochino como tú.
- A mí ya me parecía que tú no eras un cerdo. Adiós, Pepe. Y si cambias de idea y decides ponerte bien sucio, ya sabes donde hay una buena charca.
- Sí, Tucho. Muchas gracias. Adiós.
Pepe continuó buscando por la granja. Un poco más adelante se encontró con un animal muy grande, muy negro y muy fuerte. A Pepe le pareció precioso y se acercó a él.
- ¡Hola! ¿Quién eres?
- Soy Pedro, el toro. ¿Quién eres tú?
- Yo soy Pepe y soy un toro también.
- ¿Tú, un toro? - preguntó Pedro echándose a reír.
Pepe ya estaba harto de no saber quién era y de andar de acá para allá y de que todo el mundo se riera de él. Así que le dijo a Pedro que estaba completamente seguro de que era un toro. El toro Pedro, muy serio, le dijo: "¿Ah, sí?, Pues ¡intenta hacer esto!", y salió corriendo a toda velocidad por el prado dándole con los cuernos un golpe terrible a un árbol, que quedó moviéndose de un lado a otro. Pepe ni lo pensó. Salió también corriendo y golpeó al árbol... ¡y se dio un topetazo tremendo en la cabeza! El toro Pedro se partía de risa. Entonces le explicó que aquello que tenía en la cabeza, además de un chichón que se acababa de hacer, eran dos orejas, no dos cuernos. Además los toros comen hierba y seguro que a él no le gustaba. Era cierto, sólo la comía cuando tenía la lengua llena de pelos, después de lavarse, o cuando le dolía la tripa, pero comer hierba no le gustaba. Así que tampoco era un toro... Pepe se despidió de Pedro muy triste, porque le habría encantado ser un toro grande, fuerte y negro como él, y se marchó de allí.
Pepe ya no sabía que hacer. Empezaba a pensar que era un bicho raro y que nunca encontraría a nadie que se le pareciera. Pero cuando ya pensaba que tendría que acostumbrarse a la idea de vivir solo, oyó que alguien decía cerca de él:
- Miau, miau. . .
- ¿Quién eres?
- Soy la gata Calixta. ¿Tú, cómo te llamas?
- Yo, yo... yo soy Pepe, el gato.
Y Calixta no se echó a reír, ni lo miró como a un bicho raro como habían hecho los demás animales. Entonces, Pepe miró bien a la gata. Tenía cuatro patas, el cuerpo cubierto de pelo, los ojos almendrados, una cola larga y hablaba exactamente igual que él. Todo igual que él. Entonces sí, entonces él era un gato.
Calixta y Pepe decidieron quedarse a vivir juntos en la granja y tener muchos gatitos. Y cuando los gatitos crecieron y salían de paseo por la granja y los otros animales les preguntaban quiénes eran, ellos contestaban lo que su papá les había enseñado:
"Somos Tino, Catalina, Claudio y Camila y somos gatos".
Mª Isabel Horro González

miércoles, 3 de febrero de 2010

EL PEZ ARCOIRIS

Primera tarea: oigamos este cuento

Primera tarea: oigamos este cuento

Bienvenid@s

"Leer es vivir dos veces". Un libro te regala una historia, una poesía, un pensamiento, una idea, una aventura... y te coloca en otra vida que ya no es la tuya. Un ordenador te deja tirado, pero un libro, no. Un libro no se desenchufa, no es caro, lo llevas contigo.